Estás en una reunión de trabajo y tienes una idea que crees perfecta para lo que busca la empresa. ¿Por qué no la expresas? Tú misma te saboteas: “les parecerá una chorrada, se van a reír, nadie me va a escuchar…” Esto es la consecuencia de una creencia limitante que nos han inculcado a las mujeres a lo largo de nuestra historia. Se nos educa para ser discretas, para complacer, para cuidar de los demás. Por este motivo nos da miedo dar nuestra opinión en un entorno que no es el familiar o con nuestros amigos más cercanos, porque incluso en reuniones con conocidos nos cuesta dar opiniones.
Pensar que los demás hablarán de ti, no de tu idea, que te ridiculizarán, te agobia y prefieres observar y callar.
¿Cómo superar esta creencia?
Con práctica, práctica y más práctica.
Empieza mirándote al espejo y observándote cuando hablas. Practica delante de tu pareja, que te dé su opinión, nada personal eh, o pídele a una buena amiga en la que confíes que te escuche y te diga que le parece. Incluso puedes grabarte y verte después para corregir lo que no te guste.
¿Qué es lo peor que puede pasar? Visualízalo. Analiza cómo te sientes y por qué. Exprésalo, perderá toda su potencia y estarás preparada para dejarlo ir y no sentirte mal en plena reunión. Sabrás como actuar y resolverlo. Imagínate en las peores situaciones y prepara un plan para rebatirlas.
Habla con respeto, con calma y con un tono adecuado.
Así cuando digas lo que piensas, poco a poco, lograrás confianza en ti misma, ganarás seguridad, dejarás de sentirte asustada o acomplejada.
Nunca creas que no tienes nada que decir, que no vas a aportar nada, porque tus ideas también son importantes.
No tengas miedo, avanza. Lograrás lo que te propongas.