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La soledad no es tan mala

¿Has viajado solo/a alguna vez? Yo sí, y lo recomiendo. Es una experiencia muy enriquecedora. No es necesario ir muy lejos, pero si a un lugar que no conozcamos de antes o al que llevamos mucho tiempo sin visitar.

Todo empieza cuando lo decidimos. Sentimos algo parecido a un cosquilleo por todo el cuerpo. Preparamos el equipaje, nerviosos y expectantes ante un nuevo reto. Estaremos solos. Pero la soledad no siempre es mala. Nos enfrentaremos a situaciones nuevas sin nadie a nuestro lado de confianza que nos dé apoyo. Ahí está lo bueno. Tendremos que utilizar nuestros propios recursos, nuestras estrategias para hacer frente a lo que surja: donde dormir, donde comer, que lugares visitar. Pasearemos por calles que no conocemos, tendremos tiempo para fijarnos en los detalles, para interactuar con desconocidos, abriendo nuestra mente a cosas nuevas. Y cuando visites algún museo, algún monumento emblemático, sentirás que hubiese estado bien compartirlo con alguien, pero también tendrás la plena libertad de hacer lo que te apetezca, de contemplar un cuadro todo el tiempo que quieras, de sentarte en un banco y simplemente observar sin que nadie te meta prisa por llegar a algún otro sitio.

Tendrás tiempo para pensar, para hablarte, para disfrutar sin interrupciones, sin ceder ni un minuto a alguien que te acompañe. La soledad no es tu enemiga.

Con esto no digo que sea mejor o peor ir acompañado, simplemente diferente. Y creo que, en algún momento, es aconsejable hacerlo. Porque sentirnos libres de pensar, hacer lo que queramos, comer lo que queramos, sin que nadie nos juzgue, sin que nadie nos presione, alguna vez es curativo. Pasar tiempo a solas con uno mismo te hace crecer como persona.

Tener que resolver imprevistos, tomar decisiones, aunque sean insignificantes, escoger si caminar por el parque o por la calle principal, todo esto te ayuda a ser consciente, a focalizar y concentrarte, a abrirte a nuevas experiencias que quizás si vas acompañado no prestarías atención.

“Lo desconocido es el lugar donde se crece” (W. Dyer)

¿Te atreves a hacerlo?

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